Las fiestas de Navidad tienen para muchas personas un cierto tinte de nostalgia y, sobre todo, de tristeza; tristeza a la que cerca de varios centenares de ancianos y ancianas le plantan cara en el Asilo de Ancianos de la Virgen de los Desamparados, institución carismática que desde hace muchos años viene desarrollando una labor impagable a favor de la ancianidad abandonada, siguiendo el ideario de su fundadora Santa Teresa Jornet.
Como vengo haciendo desde hace años llegadas estas fechas giro una visita a este centro para admirar el bello Nacimiento, obra de la entrañable y entusiasta religiosa, hermana Olga, que emplea cerca d dos meses en su realización.
Al belén no le falta detalle, excelentes figuras, ríos de agua, cascadas, bóveda celeste plagada de estrellas y todo un pueblo de la época logrado gracias a la paciencia y buen hacer de unas diminutas pero artesanas manos. La voz de un narrador relata un antes, después y los acontecimientos más destacados ue precedieron al nacimiento del Niño Jesús, acompañado por un telón musical.
A pesar de que la contemplación del belén es reconfortante más lo es el aroma a Navidad que invade toda la casa que no es más que calor de hogar que estas religiosas saben crear, sobre todo con aquellos que durante estas fiestas, en una palabra intentan suplir a las familias y hacer la vida lo más agradable posible a todos los ancianos que llegan a esta institución por diversas circunstancias.
En este gran hogar, un año más los ancianos y las religiosas están preparados para recibir al año 2013, con pavo, cava, sidra y, sobre todo, con amor y generosidad.