Con la fiesta de la Virgen de los Desamparados llega el anual mercadillo de l’escuraeta, remedo de un antiguo zoco, que coloca sus enseres sobre el suelo y encima de tableros con caballetes cubiertos de blancos lienzos. Es un bullicioso mundo mercantil, que ayer comenzó a colocar sus paradas protegidas por lonas en previsión de una impertinente y sorpresiva lluvia.

2016-05-06 11.39.03El pueblo valenciano no falta a esta cita. Los platos, tazas, pucheros, cazuelas de barro vidriado, morteros, chocolateras, botijos blancos de Agost y los fabricados en Manises, barrocamente coloreados y decorados, en ocasiones de forma ingenua, son adquiridos por el público que allí acude.

Todos estos cacharros se ofrecen también en medidas más pequeñas para el disfrute de las niñas; de ahí quizás, el diminutivo de l’escuraeta, aunque el vocablo en lengua valenciana no diga que no es más que el conjunto de enseres de cocina y comedor.

 

Mercadillo típico de puestos al aire libre, que posiblemente tenga su origen en la Edad Media, ya que los alrededores de la Catedral en aquella época, eran un conjunto de mercados donde se vendían los más variados productos, entre ellos, las siempre buscadas cazuelas de barro cocido, donde los expertos afirman que se cuece mejor la comida.

 

L’escuraeta es el último testimonio de una Valencia medieval, artesana y sobre todo, comerciante al por menor.  Todo apunta a que nace tras la conquista del rey Jaime I y la purificación de la catedral de Valencia. Merece la pena acercarse a partir de hoy por la plaza de la Reina y pasear por estrechas callejuelas que forman los tenderetes a la sombra de la pared de la Catedral.

 

Todos los puestos de ven rebosantes de brillantes cazuelas y panzudas ollas de barro, los morteros de color amarillo para realita todo tipo de picadas para las salsas y, sobre todo, para hacer rl clásico all i oli; en todos los puestos las piezas de barro de apilan verticalmente con bastante regularidad. En algunos casos son auténticas torres de Pisa, por su inclinación.

 

Por otra parte no hay que olvidar que este mercado guarda celosamente una de las delicias sonoras de los niños: las campanitas de barro. Campanas de barro cocido con un contrapeso de madera de color rojo, aunque también las hay de metal, pero no son lo mismo. Para los más rumbosos existen de cerámica decorada y de bronce. La tradición manda que sean de barro.

 

Fiel a la costumbre este mercadillo permanecerá con sus coloristas puestos hasta después de la celebración de la festividad del Corpus Christi. Personalmente opino que este mercadillo es visita obligada de los valencianos como única forma de que las viejas tradiciones y costumbres no desaparezcan del pueblo como parte de su diferenciada cultura.