¿Estamos ya en Navidad? Esta era la pregunta que insistentemente me hice ayer durante unas compras por un centro comercial y su hipermercado. A cada paso que daba gigantescas torres de turrones, panettones y todo tipo de frutos secos y dulces escarchados, unos de venta a granel y otros empaquetados,  impedían mi libre circulación junta a las llamativas cestas de navidad y una ristra de jamones colgados con guirnaldas.

A todo ello hay que unir la iluminación navideña y la decoración de los escaparates en las tiendas que se convierten en reclamo para el viandante; ornamentación que, por otra parte, ya se contempla en algunas viviendas con muñecos de Papá Noel escalando por balcones y ventanas.

Los días de navidad en su mes correspondiente se han perdido como han desaparecido también las estaciones del año por culpa del cabreo que tiene la climatología harta ya de soportar las agresiones de los humanos. Aquello de distinguir entre primavera, verano, otoño e invierno es historia que algunos que peinamos canas hemos tenido la suerte de disfrutar. Ahora, ese cambio estacional existe.

Con todo ello queda más que demostrado que la navidad que tenía un marcado carácter religioso durante siglos ha cambiado en las últimas décadas pasando a convertirse en un reclamo de tipo comercial y consumista, por encima de reflexiones de tipo ecuménico. ¿Qué ocurre con todo ello? La aparición de una tensión entre lo profano y lo religioso, aunque cada uno es libre de pensar y obrar como quiera. Faltaría más.

En resumen, hemos convertido la Navidad en una celebración consumista de orimer orden, una celebración que ni interpela ni cuestiona la conciencia; una celebración que adormece el espíritu con sus luces y champán; una fiesta que satisface a los afortunados, consuela a los pobres y contenta a todos.

Un fenómeno a destacar es que la proximidad a la navidad provoca la aparición de millares de personas solidarias que se plantean nuevos propósitos. Aumentan los anuncios de la ong’s y, sobre todo, las buenas palabras. ¿Qué pasa? ¿Qué somos buenos y comprensivos en navidad y durante año pasamos olímpicamente del necesitado? ¿Nos ponemos tiernos porque deseamos que se nos perdonen nuestras culpas? Simplemente patético con una gran carga de hipocresía. El tema es ser buena gente durante todo el año.

Algo puntual que se repite cada navidad son los mismos mensajes, argumentos y parafernalia subjetiva. El ímpetu de las buenas obras choca con la necesidad alarmante de la población y el umbral de la pobreza que soportan algunos sectores de la población.

Y en todo este batiburrillo ¡ menos mal que el belén aún goza de buena salud !La representación del nacimiento de Jesús y los diversos hechos que lo rodean, como la adoración de los Reyes o la Anunciación a  los pastores, sigue siendo un referente fundamental y básico en la conciliación de las familias que aún continúan montando en los hogares, a pesar del protagonismo cada vez mayor de Papá Noel y de la consolidación del árbol de Navidad que no es ni tradicional ni nuestro.