Después de las celebraciones de la Pasión llega el tiempo de Pascua de Resurrección con las meriendas en el campo y la playa. El rito festivo es sencillo: vaqueros, zapatillas, cachirulos, saltar a la cuerda y, sobre todo, reunión con la familia en el campo o en el jardín del Turia.
Cierto que las tradiciones se van diluyendo poco a poco en costumbres nuevas, pero siempre queda algo. Y es gozoso ver a la chiquillería empinando los cachirulos, los de nuestros mayores que compiten con otros muy actuales diseñados con fibra de plástico. Sin embargo, la veterania de los primeros continúa triunfando.
Antaño las familias fabricaban los cachirulos en casa. Era todo un rito que comenzaba con la compra de las cañas, hacer la plantilla y cortar pedacitos con tela de colores para la cola que, en su momento, nivelará el vuelo del cachirulo. En este punto hay que recordar que los que vivíamos en el barrio de Ruzafa comprábamos las cañas en una planta baja, situada al lado del desaparecido cine Mundial, en la calle Maestro Aguilar.
Un buen hilo de los llamados de palomar sirve la hacer la guía de vuelo. Toda esta operación artesana y familiar ha desaparecido, como también ha sucedido con las antiguas tiendas de auténticos maestros artesanos en el barrio del Carmen . Hoy en día es mucho más cómodo comprar en cualquier tienda una cometa de plástico. La verdad es que a la hora de hacerlo volar no es lo mismo, como tampoco es lo mismo la actual infancia.
El aspecto gastronómico no cambia mucho. Mediada la tarde se hacía, aún se viene haciendo, un alto en los juegos y se procede a degustar las viandas, en las que no puede faltar la clásica mona, los huevos hervidos, las longanizas de Pascua y las lechugas, sobre todo las lechugas de amarillo y carnoso bocado.
Tras la ingestión de estos manjares en los que tampoco faltan las tortillas de habas, de patata y cebolla, así como los bocadillos de blanco y negro -longaniza y morcilla- pocas ganas quedan de moverse, como mucho continuar aguantando y guiando el altivo cachirulo desde su sedal desde el antiguo cauce del río Turia, la playa de la Malvarrosa o la desaparecida huerta de la Carretera de En Corts y Carrera de San Luis. La verdad es que eran otros tiempos que ni eran mejores ni peores, eran distintos.