De nuevo Valencia se dispone a celebrar una de esas fiestas entrañables que emocionan a los que la viven y despierta nostalgias en los ausentes al manifestar de una manera emotiva y solemne los sentimientos de cariño y amor hacía San Vicente Ferrer, nuestro Santo Patrón que año tras año cobra actualidad a través de las representaciones “dels milacres”, pequeñas piezas teatrales a través de las que reviviremos pasajes milagrosos de la vida del Santo, en su mayoría basados en los aportados a su proceso de canonización.
“Els chiquets dels milacres” que pertenecen a los diversos altares que configuran la vida vicentina de nuestra ciudad, se han convertido en los auténticos promotores y dinamizadores de la figura de San Vicente Ferrer. Gracias a ellos, año tras año, se nos recuerda quién era y qué hizo el Pare Vicent. Quizá, sin saberlo, se han convertido junto con el Colegio de Niños Huérfanos en el legado vivo de San Vicente.
Por ello quiero romper una lanza a favor de estos grupos de actores y actrices que hacen las delicias de los que acuden a contemplar sus representaciones, en lengua valenciana, y que las asociaciones vicentinas tienen la responsabilidad de cuidar y, sobre todo, hacerles conocedores de la vida del Santo, al margen del divertimento teatral.
Los festejos son sencillos, y por el corto espacio que duran se viven intensamente en los diversos locales donde se albergan las asociaciones vicentinas que este año también han visto como se ha mermado su economía. Todos han tenido que ajustar sus balances y, en otros casos, rebajar sus presupuestos. Creo que el Ayuntamiento debe volcarse más con este festejo, sobre todo en materia de subvenciones a los altares que son los que lo hacen posible. Un año más tendremos a San Vicente Ferrer peregrinando por nuestras calles, como muestra de que no puede olvidar a los valencianos, ni reniega de su tierra ni de su condición popular, aunque en ocasiones pienso: ¿ Qué haría si viviese actualmente entre nosotros tras contemplar el panorama social valenciano?