Valencia lucía hoy un cielo azul espectacular con un buen sol bajo cuyos rayos se estaba de vicio, sobre todo por el fresquillo viento que soplaba. A pesar de ello decidí muy temprano, mientras mi familia aún estaba en los brazos de Morfeo, salir a la calle y encaminar mis pasos hacia la playa de las Arenas, zona comprendida entre el hotel de su mismo nombre y la Posta de la Cruz Roja, donde se celebraba el Festival Internacional de Cometas.
Los cometas y el plástico eran los reyes de la competición y cuyo vuelo formaba una constelación de diferentes colores pavoneándose en las alturas. ¿Dónde está el sencillo cachirulo de cañas y papel?
Cierto que las tradiciones se van diluyendo poco a poco en costumbres nuevas, pero siempre queda algo. Y es gozoso ver a la chiquillería empinando los cachirulos, los de nuestros mayores que compiten con estos actuales diseñados con fibra de plástico. Cabe recordar que antaño las familias fabricaban los cachirulos en casa. Era todo un rito que comenzaba con la compra de las cañas, hacer la plantilla y cortar pedacitos con tela de colores para la cola que, en su momento, nivelará el vuelo del cachirulo. Acerca de las cañas debo destacar que sí eran de Riba-roja y cortadas durante la luna de enero su flexibilidad era magnífica, según aconsejaban los especialistas. Un buen hilo de los llamados de palomar servía para hacer la guía de vuelo. Algunos de estos veteranos cachirulos aún los podemos ver volar en algunas pedanías y en los que nos queda de huerta en la zona de la Fuentes de San Luis o Carretera En Corts.
Toda esta operación artesana y familiar ha desaparecido, como también ha sucedido con las antiguas tiendas de auténticos maestros artesanos en el barrio del Carmen, como era el caso del matrimonio de Enrique Navarro y su esposa, Amparo, que trabajaban en la calle Santo Tomás y que murieron sin aceptar el plástico.
Aún recuerdo la última entrevista que les hice en su sencillo obrador rebosante de estrellas de cinco y seis puntas, cuya litografía no era más que los carteles anunciadores de las películas del momento y aquellos que tenían forma de bacalao seco. La entrevista acabó en la taberna-restaurante C’an Bermell, situada en la misma calle, después de dar buena cuenta de un sencillo pero suculento almuerzo. Cabe destacar que hace unos días el propietario de este restaurante, un icono del barrio del Carmen, cerró sus puertas tras cumplir su edad de jubilación.
Repasando antiguas crónicas nos encontramos que en nuestra ciudad, la afición al cachirulo estuvo tan arraigada que, a principios del XIX se dieron pregones prohibiendo que se volaran desde los tejados y más tarde en las áreas donde se instalaba el alumbrado.
Con frecuencia se celebraban competiciones en una barriada determinada y para cortar el hilo de los contrincantes se colocaban cuchillas en la cola. Igualmente competían por la noche embelleciendo el cachirulo con un farolillo para puntuar la altura y duración de las fingidas estrellas.
Tan popular entretenimiento llegó al Círculo de Bellas Artes y se convocaron certámenes de cachirulos con firmas de la categoría de Teodoro Andreu, Ramón Stolz, Antonio Fillol y Ricardo Verde, en el de 1911. También histórico fue el de 1924, con rúbricas de José Benlliure, Martín Vidal Corella, Carmelo Roda, Vicente Benedito, José Barreira y Joaquín Sorolla.
Bastantes décadas después, hacia los años 1.960, en los jardincillos de la Generalitat, se llevó a cabo otra muestra de cotizados artistas, entre ellos: Octavio Vicent, Esteve Edo, Monjalés, Soria, Bonilla, Cillero y Michavila.
Menos mal que el vuelo de las cometas se mantiene, aunque no de la misma forma, en la playa de las Arenas. Una cita que rinde homenaje a la fantasía y a los seres que todavía mantienen recuerdos de infancia, tan querida como lejana. En el que vuelan formas gigantescas.
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