El barrio valenciano de Ruzafa celebra cada 29 de enero la festividad de su patrón, el obispo San Valero, en la parroquia de la que es cotitular junto a San Vicente Mártir; una fiesta sencilla en la que destaca una solemne eucaristía, con asistencia de los rectores del arciprestazgo, tras la que se da a besar su reliquia.
Cabe recordar que el obispo Valero, según relata la historia, llega a nuestra ciudad por orden del gobernador Daciano acompañado por el diácono Vicente, futuro San Vicente Mártir, para ser interrogado.
De todos es sabido que San Vicente fue martirizado y surge la pregunta ¿Qué pasó con el obispo Valero? Mi buen amigo Juan Verdeguer, párroco de la parroquia de San Valero y San Vicente aclara la duda: “El nombre de Valero o Valerio estaba protegido por pertenecer a una clase notable de ciudadanos de Roma y solo el emperador podía decidir el castigo llegado el momento. La pena máxima que se le podría imponer era el destierro y así lo cumplió el gobernador Daciano, desterrándolo a Ruzafa”. Sin embargo, otras versiones señalan la ciudad de Huesca como el lugar de su destierro y donde murió en el año 315
Por otro lado, cabe destacar que la segunda reliquia de San Valero llegó a la parroquia en 1940 procedente de Zaragoza ya que la anterior se destruyó durante la guerra civil. Los festejos con mayor o menor brillantez se desarrollan gracias a un grupo de feligreses, antaño cofradía.
La fiesta es una oportunidad de acudir al barrio y hasta de encontrar viejos amigos de esos que se hacen a través de los juegos en la calle, sobre todo alrededor del antiguo mercado, lugar que ni pintado para todo tipo de travesuras, dando buena cuenta de una sencilla merienda como era un bollo con barrita de chocolate Meivel o Lingotín. La barriada merece muchos más recuerdos, por lo menos los vividos en primera persona que aparco para más adelante.