Como cada 19 de febrero la Junta de Fiestas y Clavariesas de la Virgen de Campanar celebró su día grande, el día de la “festa major” y lo hizo muy temprano con la típica misa de descubrir en la capilla de la imagen profusamente decorada con flores, en su mayoría de color blanco. Una eucaristía inenarrable cuya emoción se reflejaba en los rostros, algunos marcados por los surcos del sol, de los asistentes que rebosaban en la pequeña capilla que quedó insuficiente para albergar a tanto devoto. Mientras, en la calle una fina lluvia amenazaba con dar al traste con la jornada.
La pequeña imagen de la Mare de la Déu de Campanar, de piedra y de 40 centímetros de altura, fue el centro de todas las oraciones y, sobre todo, de las plegarias en silencio; oraciones que se intensificaron muchos más tarde durante la celebración de la llamada misa mayor ya más entrada la mañana.
Para los que no lo sepan o recuerde la imagen de la Mare de Déu apareció durante unas obras en la iglesia un 19 de febrero de 1596. A la sagrada imagen se le atribuyen varios milagros como el de salvar a un niño que había caído a un pozo, así como la curación de varios vecinos de Campanar. Una losa en el suelo de la iglesia con un sencillo texto señala el antiguo pozo del milagro.
La tarde se presentaba desapacible, con nubes amenazantes y dudas de sí había que hacer la procesión. Reuniones, puntos de vista y al final se decide que sí que habrá procesión, en atención a los muchos devotos de numerosos puntos de la ciudad que todos los años acuden a la misma. La réplica de la Virgen de Campanar, que se guarda durante el año en casa del presidente Vicente Guillot margníficamente ornamentada, desfiló por las calles del antiguo poblado arropada por las clavariesas, muchos fieles y gente joven, aspecto este que hay que destacar con respecto a años anteriores.
Mi estancia en Campanar la aproveché, como siempre hago, para visitar El Forn de Manuela, artesanos desde 1866 y perteneciente a la familia Rausell, para comprar las tortas de sachí, típicas de Campanar. Toda una delicia como también los son las tortas cristinas, las de pasas y nueces, así como otras llepolias. Como curiosidad, fue el primer horno que hubo en Campanar y en el mismo lugar, aunque con distintas decoración como es lógico.