El pasado domingo decidí encaminar mis pasos hacía el Marítimo y callejear por algunas calles del Cabanyal y Malvarrosa, con placidez ante la ausencia de tráfico de vehículos, con el fin de fotografiar algunos edificios, casas y zonas que a mi juicio considero interesantes para un proyecto que bulle en mi mente.
Me tropecé con casas bellísimas que nacieron en pleno apogeo del llamado “art decó” allá por la década de los años 20. El paseo puso de relieve la existencia de una amplia gama de los estilos de la época, desde el modernismo, el eclectismo y el “art decó”. Un regalo para la vista es pasear por la calle de la Reina y el Progreso, entre otras, y admirar algunas de sus fachadas estucadas de colores, cuanto menos cubiertas de azulejos de diseño único en afiligranados dibujos, así como molduras impensables.
Uno recuerda haber dado largos paseos por la Malvarrosa, y hasta hace un tiempo admirar a los carpinteros de ribera trabajando el pino “negral” de Teruel o “el albar” de Castellón en sus pequeños talleres, de los que salían flamantes barcas de pesca de altura y muchas embarcaciones de recreo. He tenido el privilegio de entrevistar a más de uno de estos artesanos para LAS PROVINCIAS; uno de ellos tenía el taller al final de la calle Eugenia Viñes casi frente al ahora llamado Hotel Las Arenas. Lamento no acordarme de su nombre.
Y ya que hablo de la Avenida Eugenia Viñes, cabe recodar que es el paseo más largo y el más recto de la zona. Su nombre lo toma de una dama valenciana cuya fortuna dedicó a la construcción de un asilo, el de Nuestra Señora del Carmen, para niñas enfermas de escrofulismo en 1919 y atendido por las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón.
Muy cerca de él, casi con pared con el Sanatorio de la Malvarrosa en otro tiempo dependiente del Estado. Una estampa clásica de este sanatorio, era ver todas las mañanas en las grandes terrazas a los niños y niñas enfermos, recibiendo el sol como terapia para sus dolencias.
Otro centro hospitalario, que muchos jóvenes valencianos visitábamos con frecuencia para llevar golosinas y, sobre todo, un poco de alegría a los niños hospitalizados, era el Asilo Hospital de San Juan de Dios, levando por los hermanos de la orden en 1908.
¿Cuánto ha cambiado la zona? Muchísimo. Podemos decir que el Cabanyal y la Malvarrosa han perdido su antiguo encanto, aunque aún permanezcan en pie algunos edificios, en su mayoría dedicados a otros menesteres, como son las antaño lujosas villas transformadas en restaurantes, por ejemplo. ¿Se acuerdan de las Termas Victoria? Donde tomaban baños de vapor y algas. El establecimiento con el paso de los años se convirtió en la sala de baile Casablanca, y así lamentablemente casi todos los edificios emblemáticos fueron desapareciendo. La modernidad y las movidas del verano fueron las que lo cambiaron, sin olvidarnos que la piqueta indiscriminada hizo también los suyo.