Con los cambios que se han producido en nuestro país a nivel político, económico, social y otros, algo que también va imponiéndose son los ritos y costumbres, que perduran por años y que a raíz de las estrategias bien estudiadas por parte de grandes empresas de consumo se ponen simplemente, de moda.
El por qué de esta reflexión lo encontramos en la próxima fiesta que vamos a festejar: la Epifanía. La celebración tiene un protagonista gastronómico como es el roscón de reyes, de origen francés, que en la década de los 60 desplazó a la genuina “casca”, dulce valenciano de origen morisco como muchos otros y que la moda del momento impuso, como también lo hizo con San Valentín, día de los enamorados desplazando también a Sant Donís netamente de origen valenciano, aunque éste último se va recuperando gracias a la tradicional “mocadorà” que se ofrece a la persona amada en general.
A los valencianos que tanto se les llena la boca reivindicando nuestras tradiciones y cultura, bueno sería que no cayesen en las redes de las modas y apuntalasen el trabajo de otra parte de valencianos, algunos anónimos que sí lo hacen como es en este caso los maestros horneros.
Numerosos hornos se han propuesto recuperar esta llepolía valenciana, dulce con base de mazapán que se puede rellenar de yema, boniato o incluso calabaza.
La casca no lleva sorpresa en su interior. Ahora bien, los horneros suelen adornar el círculo interior del dulce con baratijas y algunas monedas de chocolate. Antiguamente, las cascas se hacían de varios tamaños, según la edad del niño como señala el Gremio de Maestros Horneros. Era el regalo, entre otros, de los padrinos a sus ahijados.