Las campanas de la Real Parroquia de San Valero y San Vicente Mártir anunciaron, muy temprano la festividad del día que no era otra que la de Sant Blai Gloriós que esa como se conoce en esta barriada a la figura del santo.
Llegada esta festividad los recuerdos de la niñez, y la mía en particular, toman fuerza, sobre todo porque la mayoría de los niños, sobre todo los nacidos en Ruzafa, estaban apuntados a la cofradía de San Blas, por lo que se pagaba una cuota anual que daba derecho a galletitas, medallas y cirio para asistir a la procesión como refleja la fotografía que adjunto en la que participe hace muchos….muchos….muchos años..
Hoy, de alguna manera, volveremos a convertirnos en niños al participar en algunos de sus actos que por más años que pasen han quedado en la memoria, como también el recuerdo de algunos amigos que ya no están con nosotros y formaban parte del grupo que jugaba en la calle y, sobre todo, en los alrededores del antiguo mercado de Ruzafa y en ocasiones teníamos que correr delante de los “guiris”, vamos, de la policía local que nos perseguía en bicicleta, al no hacer caso de sus advertencias.
La jornada festiva llena de popular bullicio, a pesar del frío, se inicia muy temprano con la exposición a la veneración de los fieles de una reliquia del santo que se conserva en un relicario de plata. La fiesta de Sant Blai Gloriós, se remonta a la Edad Media, según siempre ha señalado mi buen amigo José Verdeguer, párroco de San Valero y autor de un pequeño librito con la historia del médico armenio convertido el protector de las infecciones de la garganta, tos y anginas.
El ritual para invocar su protección no era otro que pronunciar la siguiente frase: “Sant Blai gloriós, deixa’m el xic i emporta`t la tos”. Curioso.
Pasado el mediodía tiene lugar una solemne eucaristía. A primera hora de la tarde se celebra la denominada “passà de chiquets”, un acto que se inicio en el año 2006 en el que las madres acercan a sus hijos pequeños al altar para ungirles la garganta con aceite bendecido para que el santo les proteja contra las enfermedades de la garganta.
Quizás el acto más multitudinario es la procesión general, que tiene lugar por la tarde, con la imagen del santo por las antiguas calles de la feligresía y acompañada por muchos niños que junto a sus padres y abuelos asistieron al desfile procesional, eso sí, desafiando el desapacible frío de la tarde-noche.
La jornada finalizará con la celebración de una santa misa. Sin embargo, el sencillo festejo tiene el atractivo añadido de las paradas de venta de golosinas y porrat. Es como una pequeña feria de cosas comestibles, como castañas pilongas, garbanzos tostados, almendras, avellanas, ciruelas, orejones, peladillas y hasta turrones, que se venden con motivo de la fiesta del santo, si olvidarnos de las famosas galletitas del santo bendecidas, de las que según la cofradía se vendieron cerca de 20.000 unidades, junto a centenares de botellitas de aceite, también bendecido, medallitas del santo y cirios para la procesión.