La cremá de alrededor de 760 monumentos satíricos ha puesto fin la pasada medianoche a las fiestas de las fallas de Valencia 2015, mediante el ritual del fuego purificador que, como preludio del equinoccio de primavera, destruye todo lo negativo y permite a la fiesta renacer de sus propias cenizas.

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Se quemaron las fallas y cumpliendo con el tópico, de las cenizas surgirán los nuevos proyectos. Así pues, tenemos que proclamar a los cuatro puntos cardinales que las Fallas de 2016 ya han nacido. Como el título de la famosa película de José Luis Garci, toca “volver a empezar”. Esta frase alberga un auténtico drama, como la propia película; porque drama ha sido el ejercicio para algunas comisiones.

El nuevo ejercicio fallero, que en un abrir y cerrar de ojos se iniciará de nuevo, nos llega cargado de incertidumbres a nivel global. La crisis económica continúa y seguirá castigando a las comisiones y a los artistas falleros; todos sin excepción se replantearán los presupuestos para afrontar, en esta ocasión sí, una nueva travesía del desierto quizá más complicada que la del pasado año. Sin embargo, las comisiones continuarán apostando por la fiesta como han hecho a lo largo de la historia sorteando todo tipo de obstáculos. Esa es su grandeza.

A todo este mermado mundo económico que hace más agobiante completar un ejercicio, se une la lucha del colectivo fallero que sufraga la fiesta de su bolsillo y, no me cansaré de decirlo nunca, que da pingües beneficios a la ciudad de los que al mundo fallero no le llega si un sólo euro a excepción de la subvención municipal para mejorar el monumento fallero. Toda una paradoja. Nuevamente la hostelería vuelve a la carga con diferentes manifestaciones solicitando que la festividad clave, el 19, se pase al tercer lunes de mes. Un tema espinoso que volverá a debatirse y consumirá ríos de tinta.

Por otro lado el colectivo fallero también está pendiente de los cambios políticos que puedan darse en las próximas elecciones municipales y autonómicas y si los mismos pueden afectar al mundo fallero dado que, entre otras cosas, su organismo rector, la Junta Central Fallera, depende de la concejalía de Fiestas y Cultura Popular del Ayuntamiento. El fallero en más de una ocasión, tanto por activa como por pasiva, ha manifestado su desvinculación con la política, es más no se debe mezclar y ha dado testimonio de ello, aunque también es consciente que depende del signo político que se instale y mande en el Consistorio para que su relación pueda verse alterada o no.

También cabe destacar que todos los años las comisiones paladean el sabor agridulce de los premios a las fallas y todos los años los falleros juzgan a los jurados con mayor o menor vehemencia y visceralidad. Este año, como no podía ser de otra forma y respetando las decisiones del jurado, sobre todo el de Especial mayor e infantil nombrados por los propios presidentes de dicha sección, no ha gustado. La verdad es que el tema jurados los nombre quien los nombre son siempre motivo de debate y enfado.

Acerca del tema en cuestión, vuelvo de nuevo a reiterar mi antigua propuesta: los jurados que adquieren tal responsabilidad deben también dar la cara y argumentar sus decisiones si se les pide públicamente.